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Miguitas de pan.

Miguitas de pan, lo que ocultamos en la comunicación.

Si las personas fuéramos conscientes de lo reveladora que es nuestra comunicación, posiblemente optaríamos por no abrir la boca la mayor parte del tiempo.

Nuestra comunicación es como un rastro de miguitas de pan que vamos dejando sin darnos cuenta a veces, y que un buen coach acaba dando con ellas, las va siguiendo para encontrar las claves para entender y ayudar a su coachee.

En ocasiones, sobre todo cuando estás empezando como coach, sientes esa presión de tener que hacer desde el minuto 1 esas preguntas poderosas, decir algo que sea impactante y que haga que tu cliente tenga una revelación divina que le cambie la vida en la primera media hora de la sesión. Con el tiempo y la experiencia aprendes que tan sólo tienes que escuchar con todos tus sentidos y esperar a que aparezcan las miguitas de pan.

Hay una máxima en la disciplina de la PNL (Programación Neurolingüística)  que dice, que en la comunicación nada es casual. Cada palabra, cada expresión, cada silencio esconde todo un mundo de significados, de emociones, de pensamientos, de necesidades conocidas o necesidades ocultas, de objetivos y de intereses, de frustraciones, y las escogemos sin darnos cuenta de la verdadera intención que hay detrás. Es lo que llamamos el metamodelo del leguaje.

Nada en nuestra comunicación es casual.

Es como si nuestro inconsciente fuera un asesino en serie de estos que salen en las películas que comete errores porque en el fondo quieren que le pillen. Pues las personas somos así, cometemos errores en nuestra comunicación para que el coach nos pueda pillar.

¿ cuáles pueden ser estos “errores” o cuáles son las miguitas de pan?

Una de las que a mí me suelen llamar la atención, son las muletillas o expresiones que la gente ponemos al principio o al final de nuestras frases.

Y os cuento un caso que me pasó. En una ocasión trabajé en un proceso de coaching en el que unas de las claves fue identificar una muletilla que mi cliente, una chica joven que se enfrentaba a un cambio de empresa y cambio de responsabilidades, colocaba al final de muchas de sus frases. “ya, pero…es complicado” decía para acabar las frases. Y esa muletilla actuaba como una sentencia que saboteaba cualquier intento de cambio o mejora, porque claro…todo es complicado. Me gustaría hacerlo, pero es complicado con lo cual no lo voy a intentar porque no lo voy a conseguir, este era el efecto anestesiante que tenía en ella, de forma interna con cada “es complicado”.

Otras ocasiones, te das cuenta que hay una palabra que el cliente repite con frecuencia, y preguntando qué significa para ti esa palabra, por qué la situación que está viviendo le sugiere esa palabra.

En el contexto del coaching ejecutivo, es frecuente que el coachee se exprese con metáforas que sugieren una lucha, una guerra, expresiones del tipo “seguir en la lucha”, “seguimos peleando” que en ocasiones te dejan ver la percepción del coachee respecto una situación, cómo se siente o cómo se percibe a sí mismo.

“La vida es una batalla” …”aquí seguimos resistiendo”


Dónde nos conducen estas miguitas de pan, dónde nos conduce lo que decimos y cómo lo decimos, pues a poner sobre la mesa creencias y valores que están operando en la sombra. Porque no olvidemos que la comunicación como una de las competencias clave de la Inteligencia Emocional que es, es un acto que, aunque parece que es puramente social, dirigido hacia el exterior hacia los demás, parte de procesos totalmente internos.

No deja de ser la forma que tienen de salir los pensamientos y emociones que se generan cuando percibimos los estímulos que nos llegan.

Ese lugar al que nos llevan las miguitas de pan de la comunicación es a conocer cuáles son y cómo son los filtros que por los que pasan esos estímulos y que condicionan lo que sentimos y lo que pensamos.

Extraordinario también resulta, el poder clarificador que tienen las palabras. La capacidad de encontrar la palabra precisa para transmitir justo lo que sentimos es una habilidad que todos deberíamos entrenar. Hay estudios que prueban que el saber nombrar una emoción correctamente en intensidad y en contenido nos ayuda a gestionar la carga emocional y a racionalizarla. Es como cuando tienes una palabra en la punta de la lengua y no acabas de dar con ella, es una sensación de bloqueo ¿verdad?

No puedes pensar con claridad sobre algo que no eres capaz de definir, que tu cerebro no es capaz de conceptualizar. Y si no puedes identificarlo, no puedes comprenderlo y si no puedes comprenderlo, cómo vas a  gestionarlo.

Las palabras, dicen que representan tan sólo el 7% de la información que aportamos en la comunicación, pero eso no les resta un poder, sobre todo cuando desde el coaching apostamos por la concreción y exactitud del lenguaje como herramienta de trabajo.

Del conjunto de la información que lanzamos al comunicarnos, las palabras, tan sólo representan el 7%, pero eso no les resta poder. Cada palabra que sale de nuestra boca está escogida con una intención, la cuestión es ser consciente de cuál es esa intención y a cuál de nuestras necesidades hace referencia.

La complejidad de la comunicación es extraordinaria, y muy retorcida si lo pensamos, por eso yo he dejado de presumir de ser una persona que se conoce muy bien, y miro con escepticismo a las personas que aseguran conocerse muy bien, porque sólo con preguntar por qué has escogido una palabra y no otra puedes desmontar ese argumento.

Me gustaría finalizar con esta reflexión, que no te puedo decir de donde viene, pero que llevo usando muchos años y que refleja claramente la complejidad de la comunicación del ser humano, no sólo con los demás, sino con él mismo.

“Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que creo decir, lo que digo, lo que quieres oír, lo que oyes, lo que crees entender, lo que quieres entender y lo que finalmente entiendes, hay 9 posibilidades de no entenderse.”

 

Raquel Acón

Para el podcast Cuándo perdí las llaves de Ezequiel Martí.